Siempre he sido un amante de las palabras pero no fue hasta hace poco que descubrí que nunca se lo había dicho a ellas. Menos aún, que las necesitaba. No me había dado cuenta de mi despecho a pesar del murmullo aireado que escuchaba, cuando se ofrecían.Pero, ahora, dejar salir las palabras del pecho representa una responsabilidad, una gran responsabilidad que nunca había pensado que habría que poseer y esta es, saber usarlas para el bien, para crear belleza y provocar sentimientos y emociones en otras personas. El poder sacarlas de adentro es cosa de los privilegiados pero, como dije anteriormente, para sacarlas hay que enamorarlas y darles apertura y amplia libertad para que se expresen, que se sientan confiadas de su valor. Por desgracia, hoy día, las palabras bellas son una especie que se extingue. Ordinariamente, en lugar de utilizarse las palabras para amar, las vamos utilizando para agredir, violentar, hacer dinero y oprimir en lugar de liberar y describir belleza. De ahí, el título de esta obra.Al escribir este poemario, la ocasión se me convirtió en un banquete de espiritualismo y lujuria porque la lectura me llenaba tanto el espíritu como el cuerpo.